RETOÑO DEL PINO DE SAN LORENZO PLANTADO EN EL JARDIN BOTANICO DE LA FACULTAD DE AGRONOMIA

Como es de público conocimiento, el pasado 18 de noviembre del corriente año se realizó en el Jardín Botánico Edgardo Orfila de la Facultad de Agronomía, Azul, una siembra de un retoño, del retoño del denominado pino de San Lorenzo presente en la Loma del Parque Municipal. En esta oportunidad, se comparte el origen certificado del ejemplar y las palabras brindadas por Prof. Boggi en el acto.

Obtención del ejemplar

El día once de diciembre de 2013, los docentes de Dasonomía de la Facultad de Agronomía, Ings. Juan Enrique Laddaga, Juan Francisco Bardi y Horacio Américo Borzone procedieron a cosechar cinco conos maduros del ejemplar denominado retoño del Histórico Pino de San Lorenzo ubicado en el sector denominado “La Loma” del Parque Municipal de Azul “Domingo Faustino Sarmiento” labrándose un acta firmada por todos los participantes. Posteriormente se procedió a extraer las semillas, colocando un grupo de ellas en un germinador, y guardando las restantes en un recipiente hermético que se conservó a baja temperatura en el laboratorio de Botánica Agrícola II. Al germinar las semillas se escogieron las 20 mejores plántulas que se colocaron en recipientes de 300 cm3 usando como sustrato “humus de lombriz”. En el otoño de 2014 las 10 plantas más vigorosas se trasplantaron a recipientes de 10 litros usando como sustrato tierra común de alto contenido en materia orgánica. En ellos se criaron, descartándose progresivamente los ejemplares de poco vigor o mala forma hasta dejar los tres mejores, uno de los cuales es el que se procedió a seleccionar. Todo el proceso de crianza se efectuó en el vivero didáctico – experimental de Dasonomía, en el predio de la Facultad de Agronomía.

El árbol “padre”

El ejemplar de referencia se ubica en el sector conocido como “La Loma” y en proximidad de una placa que identifica al lugar como Plaza Blas Dhers. Según el Arq. Augusto Rocca, en 1925 la ciudad de Rosario habría regalado a Azul uno de esos retoños el que en 1937 fue plantado en el sector de “La Loma” y en 1941 fue declarado “Árbol de Azul”.

El árbol “abuelo”

Declarado Árbol histórico Nacional en 1946 ya que según la tradición bajo su sombra el General José de San Martín dictó al teniente Mariano Necochea el parte del combate comunicando al Superior Gobierno la victoria contra los españoles obtenida en San Lorenzo el 3 de febrero de 1813. Estaba ubicado en la Avenida San Martín al 1500 de la localidad de San Lorenzo, provincia de Santa Fe, en octubre de 2012 fue severamente afectado por una tormenta de granizo y lluvias intensas y en enero de 2013 se declaró la muerte total de su copa.

Al respecto en oportunidad del acto realizado en oportunidad de la plantación del retoño, el Prof. de Filosofía y Cs. de la Educación Hugo Boggi, expresó:

“En tiempos en los que acciones tales como “seguir”, “marcar tendencias”, “googlear”, “tuitear”, “viralizar”, o correr, - que libra su lucha con “runear” -, y tantas otras acciones que nos invitan a realizar algún tipo de movimiento hacia la efímera presencialidad del pasatiempo que nos inmoviliza, hemos sido convocados, por feliz idea, a plantar. En este marco han tenido la amabilidad de invitarme a compartir con uds. algunas reflexiones. Gracias. Porque entonces tengo que formularme preguntas; me hacen pensar antes de hablar; me llevan a contemplar antes y después de pensar, y a recordar – volver a pasar por el corazón – retazos de vida en la búsqueda de senderos que me pongan en el camino para el encuentro con la verdad que nos hace libres. Fragmentos de ese recorrido han quedados escritos acá; los comparto con uds., en quienes presupongo la generosidad de la escucha y la misericordia que mostrarán conmigo, ayudándome a salir si ven que me deslizo por los senderos del error. Pues comparto aquello de Hernández que dice:

El que va por esta senda
Cuanto sabe desembucha.
Y aunque mi cencia no es mucha,
Esto en mi favor previene:
Yo sé el corazón que tiene
El que con gusto me escucha.

Desistí de la oportunidad que se me brindara de acompañar mis palabras con imágenes: están a mano de todos en la red. Por lo demás la mejor imagen la encontrarán en ustedes mismos.

Para comenzar los invitaré, desde el sentido común críticamente asumido, a considerar algunos verbos y sustantivos; que no prácticas culturales o simbólicas – tan estudiadas a partir de la influencia de los pensadores europeos, especialmente franceses, a los que con subordinado interés los claustros se han llegado desde la Constitución de nuestro Estado Nación -. Para éste último enfoque, producto de la investigación académica, podrán uds. consultar muchas publicaciones, entre las que – me animo a destacar – el importante estudio de la Dra. María Élida Blasco: “El devenir de los árboles: ejemplares históricos vinculados a José de San Martín (siglos XIX y XX).

Venimos a Plantar:
Bello verbo heredado de nuestras raíces latinas. De las casi veintena de significados con los que se ha enriquecido esta acción hasta la fecha rescato algunas de las primigenias para que alumbren el sendero de las preguntas: meter en tierra una planta para que arraigue; poblar de plantas un terreno; fundar; establecer… No quiero dejar de lado la asociación del verbo con nuestra corporeidad: la planta del pie. ¿Será entonces que quien es capaz de plantarse pone los fundamentos, los cimientos para construir? Los senderos se abren a pie; paso a paso; las pisadas son las que dejan huellas…El Verbo plantar nos pone en contacto con el polvo, la tierra, de la que venimos y a la que vamos a volver; la tierra con la que se nos ha dado el ser y con la que se constituye nuestra casa común; “nuestra oprimida y devastada tierra, que gime y sufre dolores de parto”.

Plantar un Retoño de un Pino:
Venimos a plantar un retoño de un retoño, un vástago, un hijo del hijo de un Pino. Árbol que – desde su definición lexicográfica – nos comunica con las alturas, la rectitud, con aquello que es capaz de arder y con lo perenne: “árbol de tronco elevado, recto, resinoso y de hojas persistentes”. ¡Cuántas preguntas me nacen de sólo pensar en lo que vamos a contemplar en unos momentos! ¡Cuántas cuestiones se agolpan pidiendo cauce! Algunas de esas cuestiones dejo aquí en la Casa de las Cuestiones; en el lugar que será lo que deba ser en la medida que se sostenga como la comunidad de los que enseñan y aprenden poniendo en común las preguntas esenciales; en la medida que cultive las cuestiones que le dieron el ser. Lo demás se dará por añadidura.

Vuelvo sobre uno de los cuatro panes que puse sobre una mesa sanmartiniana el pasado 17 de Agosto. Tomo un trozo de ese mendrugo y contemplo a José Francisco San Martín y Matorras ante la única victoria lograda en el hoy territorio argentino. Porque esta es la llave que abre el cofre de las preguntas: no hay Pino de San Lorenzo, sin el artífice de aquella victoria y sus granaderos; sin ese varón que pronto a cumplir los 36 años y “según cuenta la tradición”, escribirá Mitre, descansó a la sombra de aquel Pino “bañado en su propia sangre y cubierto con el polvo y el sudor de la victoria”. (Cfr. Artículo 041 “El Pino de San Lorenzo” en la web del Instituto Nacional Sanmartiniano)

¿Cómo se descansa bañado en la propia sangre? ¿Cómo descansa un Pueblo bañado en su propia sangre? ¿Para qué descansa el combatiente? ¿Qué vínculos, dónde y cómo se teje la trama que une la sangre, el sudor, el polvo, la victoria, la derrota y un árbol?

¿Qué une el descanso a la sombra del Pino de José Francisco San Martín y Matorras y el descanso eterno de aquellos de los que – tal vez en ese mismo lugar – se iba enterando que ya no los podía contar entre sus Granaderos?: los tres puntanos Juanario Luna, José Gregorio Franco y Basilio Bustos; los correntinos Juan Bautista Cabral y Feliciano Silva; los santiagueños Ramón Saavedra y Blas Vargas; los riojanos Ramón Amador y Domingo Soriano; los cordobeses José Marquez y José Manuel Díaz; el bonaerense (de la localidad de Escobar) Juan Mateo Gelvez; el francés Domingo Porteau; el chileno Julián Alzogaray; el uruguayo Justo Germán Bermudez y el porteño Manuel Díaz Velez? ¿Plantaremos en Azul un retoño por cada uno de ellos?

¿Cuántas veces los recordamos en nuestras aulas escolares y universitarias, mas allá de alguna fiesta impuesta por el calendario escolar o académico?

No se entienden los retoños sin la sangre, el polvo y el sudor de los combatientes.

Tampoco se entiende el Pino de San Lorenzo y sus retoños sin los pasos del párroco entre los heridos y moribundos, don Julián Navarro, a quien San Martín nombró como “el esforzado y benemérito” en su parte de Guerra del Combate.

Y, si bien no me referiré a ellos, no se entiende el Pino de San Lorenzo, sin los derrotados en el Combate. Recién después de contemplar la vida y muerte de aquellos que se resisten a nuestros olvidos, recién puedo contemplar el Pino y preguntarme: ¿Quién te trajo Pino de San Lorenzo? ¿Quién te plantó? Quien planta escribe sobre la tierra y, como sucede con todo lo que escribimos, quien planta pierde el control acerca del sentido de lo plantado. Y así la historiografía liberal con Mitre te analogó al Tilo de Friburgo, al laurel de la victoria de los romanos; al sauce napoleónico de Santa Elena y a la planta de café que crece cerca de la tumba de Washington. Sigámosle el juego si queremos, para considerar que, - a mi juicio - en ninguna de esas especies se aúnan la comunicación con las alturas, la rectitud, la capacidad de arder y la persistencia.

¿Quién te cultivó, te regó y te ayudó a crecer en tus primeros años? Hasta donde yo sé, no lo sabemos; algo que sucede con todo lo que se: en realidad sé que no lo sé. Todo indica que es una especie originaria de la Costa del Mediterráneo, de aquel Mediterráneo, que fuera medido en la victoria cuando aprendió con los griegos que “nada en demasía” y que aprendió a rectificar sus errores cuando de sus derrotas fue capaz de salir planteando las cuestiones esenciales. Entonces fue capaz de dar retoños vitales. Hoy el Pino de San Lorenzo, tras una tormenta de viento y granizo del año 2012, se fue secando. Hoy, como ante el Mediterráneo, quien se para a contemplarlo añora la Vida y contempla finitud, despojo, sequedad y el misterio de la muerte. Y entonces agradece los retoños y a quienes los plantan. ¿Somos quizás también retoños del Mediterráneo? ¿Qué Savia vital une las costas del Paraná con las costas del Mediterráneo? ¿A Yapeyú con Atenas? ¿A San Lorenzo con Roma?

El tronco del otrora vital testigo incapaz de testificar, hoy resiste de pie, bajo tres capas de barniz de alta resistencia y periódicamente requerirá de los obreros que lo asistan. Ha llegado el tiempo de privilegiar la atención y el cuidado para conservar la vida de los dos retoños que – poco antes de aquella tormenta – crecieron espontáneamente. Desde hace más de treinta años, en el Complejo Museológico de San Lorenzo está don Aníbal Fernández, su actual director, preservando este retazo de historia para los argentinos, junto al equipo que ha conformado.

Allí está hoy, seco y sostenido por quienes lo cuidan, el Pino de San Lorenzo al costado del Colegio de la Misericordia, como recordándonos que nuestra vida se seca si la misericordia nos pasa por el costado. ¿Las victorias humanas acaso no terminan todas secándose si no son alcanzadas por la misericordia?

¿Por qué se habrá secado en la década del Bicentenario? Las explicaciones hacen referencia a los agentes externos (vientos, pedradas) y a la acción interna de los insectos (polillas y xilófagos) que socavaron su madera de avanzada edad. ¿Qué vientos y pedradas, cuáles son los insectos que terminan secando los troncos elevados y rectos y de hojas persistentes que crecen en nuestras comunidades? ¿Hay un Pino plantado en el Corazón de cada estudiante, de cada docente, que comparte su vida en nuestras comunidades educativas? ¿Hay un Pino en mi Corazón? ¿Dos o tres o diez?

Entiendo que uds. comparten que es importante identificar las causas de nuestra sequedad comunitaria porque se hace necesario ayudar a crecer sanos y fuertes a los retoños. A partir de hoy habrá otro Pino que nos lo recuerde. El Adiós del añoso Pino solo se dio cuando logró retoñar. Hoy el Pino es otros pinos; distintos pero no distantes, aunque, como el que plantaremos hoy, estén a muchos kilómetros de distancia del Campo de la Victoria de San Lorenzo. Es más, pienso,- y esto uds. lo sabrán – tal vez con el tiempo uno pueda encargar un Pino de San Lorenzo personalizado, a través de la ingeniería genética.

Ahora bien entiendo que, en cualquier caso, - también el que plantaremos hoy -, para ser Pino de San Lorenzo deberá mantenerse unido a aquella marcha nocturna que emprendieron desde el Cuartel de Retiro el 28 de enero de 1813 San Martín y sus Granaderos. Marchar de noche no era sencillo en aquellos tiempos; casi tan difícil como peregrinar hoy en tiempos de oscuridad. En cualquier caso, para cobijarse a la sombra de un Pino de San Lorenzo, quizás haya que perder el rumbo y retrasarse, como le pasó a San Martín y aquella columna de Granaderos que llegó más tarde de lo planeado a la Posta de Santos Lugares. La vida a veces se empeña en retrasar nuestra llegada a los lugares santos. Aquella marcha de 420 km en 5 días, a un promedio de 84 km diarios, sigue siendo considerada en la historia militar universal, la marcha forzada a caballo más rápida registrada en la historia.

Lo que pasó después en el Combate es por todos conocido. Muchos de uds. quizás hayan estado allí rememorándolo; quizás han tocado el Pino de San Lorenzo. Quizás se pararon ante el cerco perimetral que rodea al Pino; quizás cerraron los ojos para mirarse por dentro, y quizás pensaron en San Martín. Tal vez descubrieron aquello que los tehuelches nombraban “palantelen”, esas pisadas misteriosas que dejan huellas en el “piuquén”, el corazón.

A veces, en el silencio de la noche, siento las pisadas del combatiente bañado en su propia sangre, cubierto de polvo y sudor, que se apresta a redactar el parte del combate que dará cuenta que “…los granaderos de mi mando en su primer ensayo han agregado un nuevo triunfo a las armas de la Patria…”. Y entonces sí, la brisa de todos los retoños del Pino de San Lorenzo, que hay por el país, refresca mis dolores, y me renueva en la esperanza de seguir buscando preguntas para abrir senderos.

Algunas de ellas, han surgido gracias a la invitación de uds. y las he compartido hoy; otras me las llevo para la marcha nocturna en la que seguimos contemplando las efímeras victorias humanas, y de las cuales siempre nos es dado aprender algo nuevo que nos comunique con la Única Victoria que no pasa; Victoria que en sus momentos culminantes comenzó a gestarse también en una marcha nocturna, y en la que su protagonista cubierto de polvo y sudor, sangró hasta la muerte y muerte de Cruz.

Así pues, como pueden ver, la invitación recibida me llevó a considerar lo que venimos a hacer, en el Camino los protagonistas me llevaron a iluminar el Pino cuyos retoños nos convocan, y la razón entró en diálogo con la fe en el seno de mi “piuquén”, en el mismo lugar donde, desde hoy, algo de cada uno de uds. me llevaré. Que cuando volvamos a pasar por el corazón este retazo de nuestras vidas, quizás a la sombra de un Pino, nos encontremos junto a las pisadas misteriosas que hoy están dejando sus huellas en nosotros – las “palantelen” -, el rostro de cada uno de los que nos precedieron y nos dieron el ser; aquellos que con su polvo, sudor y sangre, cuidaron de nosotros cuando éramos retoños. Que podamos mirarlos a los ojos y con una sonrisa podamos decirles: hemos dado el buen combate, todo se ha cumplido. Gracias.