Extractado de Página 12, escrito por Boaventura de Sousa Santos.
Río+20: las críticas. Hace veinte años, la ONU tuvo un rol importante al alertar sobre los peligros que corre la vida humana y no humana si el mito del crecimiento económico indefinido continúa dominando las políticas económicas y si el consumismo irresponsable no es controlado: el planeta es finito, los ciclos vitales de reposición de los recursos naturales están siendo destruidos y la naturaleza “se vengará” con cambios climáticos que pronto serán irreversibles y afectarán de modo especial a los más pobres, añadiendo nuevas dimensiones de injusticia social a las muchas que ya existen. Los Estados parecieron tomar nota de estas advertencias y se realizaron muchas promesas bajo la forma de convenios y protocolos. Las multinacionales, grandes agentes de la degradación ambiental, parecían haber quedado bajo vigilancia.
Lamentablemente, ese momento de reflexión y esperanza pronto se desvaneció. El resultado se refleja en los documentos preparados por la ONU para la Conferencia Río+20. Allí se recopila información importante sobre las innovaciones en cuidado ambiental, pero las propuestas que se formulan –resumidas en el concepto de “economía verde”— son escandalosamente ineficaces y hasta contraproducentes: convencer a los mercados (siempre libres, sin restricciones) sobre las oportunidades de lucro que ofrece invertir en el medio ambiente, calculando los costos ambientales (externalidades) y atribuyendo valor mercantil a la naturaleza. En el mundo de fantasía donde se mueven estos documentos, las “fallas del mercado” se deben sólo a la falta de información y, una vez que sea superada, no faltarán inversiones e innovaciones “verdes”. Es decir, no hay otra manera de relacionarnos entre los seres humanos y con la naturaleza que no sea a través del mercado y la búsqueda del lucro individual. Una orgía neoliberal que, partiendo del Norte, ahora parece propagarse a los países emergentes.
Paralelamente a la Conferencia de la ONU, la sociedad civil organiza en Río la Cumbre de los Pueblos y es ahí donde podemos depositar alguna esperanza. Primero, la centralidad y la defensa de los bienes comunes de la humanidad como respuesta a la mercantilización, privatización y financierización de la vida, implícita en el concepto de “economía verde”. segundo, el pasaje gradual de una civilización antropocéntrica a una civilización biocéntrica, lo que implica reconocer los derechos de la naturaleza; tercero, defender la soberanía alimentaria; cuarto, un vasto programa de consumo responsable que incluya una nueva ética del cuidado y una nueva educación para el cuidado y el compartir; quinto, incluir en todas las luchas y en todas las propuestas de alternativas las exigencias transversales de profundización de la democracia y de lucha contra la discriminación sexual, racial, étnica, religiosa, y contra la guerra.
Nota completa en: www.pagina12.com.ar
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