ECONOMIA SOCIAL Y PUEBLOS ORIGINARIOS

La economía social y los pueblos originarios del norte Enrique Martínez (extracto desu nota, texto completo, ver link al fondo)

Los qom, los wichis, son las etnias más numerosas de los pueblos originarios del norte argentino, a los que después de matarlos en desparejas batallas, se los integró brutalmente a una economía demandante de trabajo masivo de baja calificación, como en el azúcar. Sólo hace menos de 30 años, con la progresiva emergencia de derechos civiles para el conjunto de la población y especialmente para sus minorías, apareció una discusión seria sobre los derechos aborígenes. El punto principal, por supuesto, es la propiedad de la tierra. Ser los habitantes primeros de esta Nación les da derechos fuertes. Una cultura recolectora, que hace del chaguar para hilar, el pescado, la miel, la caza, la leña, los elementos básicos para la subsistencia, hace además que cada comunidad necesite grandes superficies sobre las cuales moverse. Adicionalmente, es necesario considerar el concepto de propiedad comunitaria que tienen incorporado a su cultura estos compatriotas, que tanto contradice la mirada estándar del capitalismo, que aún hoy están bregando para que el tema se incorpore al futuro código civil. Con esos componentes a considerar, los escenarios alcanzados están a distancias muy diferentes de lo deseado y entre sí. Formosa legisló la propiedad comunitaria en 1985 y ya formalizó esa propiedad en más de 360.000 hectáreas. Las demás provincias tienen el tema en desarrollo, aunque algunas de ellas –cabe señalarlo– en términos de ninguneo casi absoluto de los aborígenes.

El desafío presente, que se suma a lo anterior, aun para los casos de mejor predisposición oficial, es cómo ayudar a construir una economía subsistente en tales ámbitos. El reflejo de todo funcionario u organización social ha sido proveer caminos para sumarse a la economía de mercado. Organización comercial para la venta de artesanías; tecnificación de algunas labores; domesticación del chaguar, para que pueda ser cultivado; pequeñas unidades productivas de alimentos. Mucha gente y de muy buena voluntad se ha sumado a esta tarea. Recientemente se ha profundizado esa línea, sumando esfuerzos para la educación formal, en niveles técnicos y universitarios. Lo que no se ha resuelto, básicamente porque no encuadra en nuestra habitual mirada colonizadora, es la relación extractora con el monte y el río, la base primigenia de la vida de esas comunidades. Tanto no se ha resuelto que el reflejo habitual luego de entregar la propiedad a los aborígenes, es tomarles la tierra en arriendo para dedicarla a producciones tradicionales e imaginar que vivirán con ese ingreso como renta. Pasar de recolector migrante a rentista capitalista en un solo paso. Notable e insólito.

En los próximos meses se incursionará en Formosa por un intento heterodoxo, en que el camino de integración de las comunidades se diseñará buscando respetar la relación entre los aborígenes y el monte, en lugar de recorrer un camino inverso, de separación respecto del monte, al que además se piense desmontar. Esto implica un modelo productivo sobre tres ejes, según lo permita cada ecosistema: explotación maderera a perpetuidad; miel; producción de peces en lagunas artificiales. Las tres actividades son conocidas para los actores y allí se deberá lograr el tránsito de una actividad trashumante a otra más sedentaria, pero manteniendo en plenitud el vínculo con la naturaleza y el carácter colectivo de la producción.

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