LA UNIVERSIDAD, ¿DONDE SE PONE?

Extracto de nota elaborada Enrique Mario Martínez

La Universidad ya ha dejado atrás hace tiempo su papel de refuerzo intelectual para los hijos de los sectores dominantes. Desde hace casi un siglo se ha ido produciendo una metamorfosis, que no es ni lineal ni rápida, que como primera causa tiene el acceso a las aulas de los sectores medios de la sociedad y de una muy pequeña proporción de los sectores más humildes. Esa masificación planteó y plantea una tensión entre la ideología elitista de los sectores dominantes, que impregna la historia de la Universidad argentina, y las vivencias que los jóvenes traen de sus barrios y sus hogares. A lo largo de los años, a partir de ello, se ha generado el escenario de la Universidad profesionalista, esto es: un instrumento institucional que transmite conocimientos con el objeto de facilitar la movilidad social ascendente, a través de la inserción de los egresados en el mercado de trabajo del capitalismo.

El desafío último es convertir a la Universidad en una institución que sea considerada como herramienta para la construcción de una sociedad mejor y se desempeñe como tal, de modo independiente de la forma en que sus egresados planteen sus propias vidas después de recibirse. Un egresado debería poder pensar y actuar como cualquier profesional de clase media; esto es: construir una familia, ocuparse de tener su casa y criar sus hijos, adaptarse a su jefe y entender cómo conducir a sus subordinados. Pero a la vez, debería aumentar progresivamente la probabilidad de que su saber sea aplicado en una dirección que supere la limitada visión del fin de lucro empresario.

No se trata de ideologizar los egresados y plantear que ese es el modelo de cambio. Será casi inexorable que la Universidad forme profesionales que tengan algún sentido de pertenecer a un círculo con cierto derecho a privilegios, que se consiguen o se reclaman.

Se trata, en cambio, de contar con suficientes líneas estratégicas de trabajo, tanto en el ámbito público, como inducidas al ámbito privado, para que la demanda laboral sea que la sufra una mutación respecto de la situación actual. En tal caso, se podrá iniciar una espiral virtuosa, en que se asocie la utilidad de los saberes aplicados a la Institución y esto incentive a su vez a que se trate de aumentar el vínculo entre el camino nacional de largo plazo y la formación brindada en las aulas.

En definitiva, conseguir una Universidad nacional y popular no quiere decir solo y simplemente construir un ámbito del que egresen más hijos de obreros que nunca fueron siquiera al secundario. Ese rasgo será valioso socialmente y como una señal política imprescindible para romper con bloqueos elitistas. Sin embargo, tendremos una Universidad nacional y popular recién cuando además de lo señalado, se produzcan profesionales en cantidad y calidad que trabajen para un país distinto, o que quiere ser distinto, integrados a programas productivos y sociales pertinentes. O sea: la Universidad no es ni será en sí misma una herramienta de transformación. Será un instrumento necesario para que la transformación, definida y planificada en el plano político, se concrete.

Nota completa en: www.propuestasviables.com.ar