Con el deseo de compartir algunas reflexiones acerca de la relevancia del Día Mundial del Medio Ambiente que se celebra desde 1973 todos los 5 de junio, un grupo de docentes de la Facultad de Agronomía de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires ha elaborado un material sobre el tema. El objetivo de la nota es intentar sembrar conciencia sobre diferentes aspectos vinculados al medio ambiente, y sobre todo, que se trata de una temática que nos incumbe en forma directa. Somos los únicos responsables del planeta que dejaremos a los nietos de nuestros nietos, tanto si el análisis es general o global, o considerando el desarrollo comunitario local; como tales, debemos actuar en consecuencia, con la responsabilidad que amerita el caso y con el compromiso implícito que al menos, puedan contar con los mismos recursos que tuvimos y tenemos nosotros.

Un día al año, pero todos los días de la vida

Dr. Fabio Peluso, Cátedra de Problemática ambiental.
Email: fpeluso@faa.unicen.edu.ar

El 5 de junio es el día mundial del medio ambiente. Ese día, como todos los años, la televisión nos mostrará, a propósito de la conmemoración, imágenes conmovedoras como el abatimiento de árboles en una selva, o la referencia a la radiactividad en Fukushima, o un recordatorio de la fuga de petróleo en las costas de USA. Todos ejemplos de agresiones al medio ambiente. Pero, ¿qué es el medio ambiente?

El medio ambiente es una relación de ofertas naturales y demandas sociales sobre las mismas. La naturaleza genera elementos que son usados, directa o indirectamente, para satisfacer necesidades humanas, lo que los convierte en recursos naturales. En el transcurso del tiempo fue creciendo un elemento del subsistema “social” que potenció el auge final de los problemas ambientales: el consumo. Si bien es fácil asignar culpas a determinados estratos de la sociedad (al empresariado, a los políticos), se sigue esquivando las verdaderas preguntas como sociedad toda: ¿Somos concientes que nuestros actos como consumidores no es sustentable en el tiempo? ¿Qué estamos dispuestos a resignar para mejorar la situación ambiental del planeta?

La agriculturización y sus riesgos ambientales

Ing. (Mg.) Eduardo Requesens. Cátedra de Agroecología.
Email: erequese@faa.unicen.edu.ar

El proceso de “agriculturización”, impulsado por cambios tecnológicos y precios relativos favorables a los granos, se refiere al uso creciente y continuo de tierras para cultivos anuales en reemplazo de sistemas ganaderos o mixtos. Entre 1990 y 2006, la superficie de nuestro país destinada a agricultura aumentó un 45% y, al final de dicho periodo, la soja llegó a ocupar la mitad del área cultivada. Sólo en la región pampeana, la superficie sembrada con los cuatro cultivos principales: soja, trigo, maíz y girasol, creció de 13.5 a 27.8 millones de ha entre 1981 y 2007. La expansión de la soja, en particular, alcanzó el 44% de la superficie cultivada en la Provincia de Buenos y alrededor del 70% en las Provincias de Córdoba y Santa Fé. Entre las consecuencias ambientales de este proceso se destacan la reducción de stock y desbalance de nutrientes esenciales como carbono, nitrógeno y fósforo, la erosión del suelo y contaminación del ambiente, la pérdida de biodiversidad y el deterioro de servicios ecológicos fundamentales como la regulación de agua, gases, nutrientes y clima, además de la provisión de hábitat y refugio para organismos benéficos. La preocupación es mayor aún si se considera que en el futuro pueden ocurrir nuevos flujos de expansión agrícola sobre áreas de explotación mixta, y aún ganadera, motivados por precios relativos favorables, nuevos desarrollos tecnológicos y/o nuevos avances hacia formas contractuales “capital intensivo”. Así, podrían acelerarse diversos procesos que comprometen la salud del medio ambiente y la sustentabilidad de los agroecosistemas, sobre todo, si la soja sigue aumentando su participación relativa dentro de los esquemas productivos. Para contrarrestar los riesgos ambientales del “modelo sojero” resulta fundamental la elaboración de políticas de Estado que promuevan un adecuado balance entre producción y conservación del medio ambiente y garanticen la seguridad alimentaria en el futuro.

Reflexión acerca del Día de la Tierra

Dra. Silvia Mestelán. Lab. De Análisis de suelos

Generemos un cambio de conciencia y dejemos de ¨jugar a los dados¨ con el planeta

Los humanos somos una especie muy peculiar. A pesar de que nuestra presencia en el planeta ha sido breve, comparada con el tiempo que le llevó a la Tierra dejar de ser una bola incandescente en el espacio, endurecer su corteza, modificar notoriamente la composición de su atmósfera, dar lugar al origen de las especies y su evolución, hemos generado en nuestro tránsito cambios profundos en el planeta. Esas intervenciones, apoyadas en el proceso de cubrir necesidades básicas, luego en la urgencia de la apropiación de recursos bajo un esquema colonial y más modernamente, en la tiranía que impone el crecimiento económico en nombre de un supuesto mayor bienestar para todos – que en verdad es sólo para algunos – nos ha llevado a modificar fuertemente el patrón de uso de la tierra, condenando a biomas como los pastizales a la marginalidad, a otras especies (vegetales o animales) a la extinción, y como si esto no alcanzara, somos responsables del cambio climático y el agujero de ozono, de la minería que deja paisajes lunares y eventualmente contamina el agua, y varias catástrofes más. Con toda esta enunciación no pretendo que se piense en el Apocalipsis, pero sí en acciones concretas que hagamos en favor de dar una oportunidad de un hábitat con condiciones razonables a la generación más joven y a las que aún no han nacido. ¿Podemos reciclar residuos y reusar materiales? ¡Hagámoslo! ¿Podemos compartir nuestro auto y llevar a nuestro amigo o vecino al trabajo? ¡Adelante! ¿Hay forma de economizar agua en nuestro trabajo o en nuestra casa? Pongámonos a trabajar en ello. Pero por sobre todo, recordemos que estamos embarcados en procesos de cambio que hemos generado y cuyas consecuencias aún no se conocen, y que hay una gran tarea de educación por realizar para crear una conciencia más responsable hacia el planeta por parte de todos y particularmente los más jóvenes. Quizás deberíamos recordar que el planeta con condiciones algo parecidas al de la Tierra se encuentra a 20 millones de años luz, y que las condiciones para la vida, tal como la conocemos en la Tierra, no se replican en el sistema solar.

Cuestiones de escala

Dra. Ilda Entraigas. Cátedra de Metodología de la investigación
Email: ilda@faa.unicen.edu.ar

Me resulta difícil escribir una reflexión sobre el medio ambiente… sobre todo porque temo que se espere algo demasiado profundo o crítico teniendo en cuenta mi profesión (soy bióloga, especialista en Ecología). La verdad es que a partir de la concepción de ambiente como un todo tan vivo, tan dinámico y tan sensible, del que formamos parte junto con tantos otros seres y materiales, mi mirada adopta perspectivas distintas y mi análisis cambia de escala continuamente. Así, reconozco y valoro lo que sucede dentro de una hoja, debajo de una piedra, en el agua que fluye subterráneamente, en la gota que golpea el suelo desnudo, como así también en las masas aire y agua que viajan enormes distancias por nuestro mundo. A la vez, a veces me siento parte de una raza tan poderosa y responsable de todo, y otras me doy cuenta de lo insignificante que somos ante el inmenso poder de otras fuerzas. Creo que todo es un entramado tan complejo que con frecuencia preferimos no analizar demasiado, total… “¿qué puedo hacer yo, un ser tan anónimo y pequeño, para cambiar algo?”, “en qué puede afectar al equilibrio global lo que estoy haciendo aquí, en este lugar perdido de la pampa húmeda?” Cuidado. No vaya a ser cosa de que un día no tan lejano, el “medio ambiente” se transforme en “½ ambiente”.

Instalación de una curtiembre en Azul: ¿Desarrollo o Des-arroyo?

Lic. Fabián Grosman. Cátedra de Zoología I y Zoología II
Email: fgrosman@faa.unicen.edu.ar

Hace unas semanas atrás, fue noticia en nuestra comunidad, tomada por diferentes medios de comunicación, la posible reapertura de una curtiembre en las instalaciones donde funcionó en el pasado Piazza.

La movilización de los vecinos provocó que desde el municipio la medida quede sin efecto, lo cual constituye una política de estado, a la cual podemos estar de acuerdo o no. Pero lo importante a destacar y valorar, fue la actitud de estos conciudadanos a defender su calidad de vida, un logro que constituye un avance de la conciencia ecológica por un medio ambiente sano, en defensa de un entorno cotidiano más saludable y amigable en términos de calidad ambiental.

Si nos remontamos a un pasado no tan lejano, este planteo ni siquiera hubiera sido considerado en sus aspectos negativos tanto por parte de los vecinos y mucho menos por los funcionarios de turno que pretenden, y en buen hora, generar mano de obra. En la actualidad, las voces se han transformado prácticamente en vinculantes por el peso específico que presentan. También las autoridades han aprendido a leer las inquietudes populares, a veces sin el fundamento técnico necesario o suficiente para defender una postura, pero sobre la base de la experiencia, la pasión por la defensa de su medio y la búsqueda de un mundo mejor, con mayor grado de compromiso en temáticas ambientales que nos afectan en forma directa. Actuar en lo local para pensar globalmente. Restan trabajar sobre impactos y problemáticas más intangibles, las que no se ven, que son las más difíciles de concientizar.

Esto no es producto de la casualidad, sino de un esfuerzo constante en educación ambiental que es incumbencia tanto en ámbitos formales (escuelas, por ejemplo) como no formales. La educación ambiental es un proceso donde los resultados se obtienen a largo plazo, y algunos ya empezaron a vislumbrarse, incluso conforman un buen ejemplo en el cual los hijos muchas veces educan a sus padres.

Los efluentes de la industria del cuero son considerados de peligrosidad elevada y su destino final, piletas más, piletas menos, es siempre un curso de agua superficial. El bajo caudal de nuestro Arroyo del Azul, que nos da nombre, atraviesa nuestro pueblo y es parte sin duda de la historia, no se halla capacitado para recibirlos. Queremos seguramente el desarrollo, pero que no implique quedarnos sin arroyo, no deseamos el “des-arroyo”.

El valor ambiental de contar con un arroyo saludable, en buen estado, con buena calidad de sus aguas determinado a través de diferentes indicadores no tiene valor económico, o mejor dicho es difícil adjudicarlo. Toda acción sobre el medio genera un impacto, pero no todos pueden ser metabolizados de la misma manera y sobre este punto se tomó la decisión política de decir no a la instalación de una curtiembre y tal vez la búsqueda de alternativas industriales diferentes más amigables en términos ambientales con la consecuente reconversión si es factible.

No hipotecar el futuro por una empresa volátil, foránea, sin compromiso con el lugar, que cuando deja de ser rentable por determinadas circunstancias ajenas a la región, solo se suben al primer tren y se van hacia otros sitios o cadenas de producción, dejando no solo los mismos desocupados, sino en peor estado ambiental. Esta película ocurrió varias veces y está bien que no la volvamos a pasar. En Azul hay dinero para inversiones de diferente tipo, a veces solo hay que incentivarlo, promoverlo y ejecutarlo.

La presencia de un cuerpo de agua inserto en el ejido urbano de la ciudad constituye indudablemente una fortaleza desde el punto de vista ambiental. El posicionamiento, la percepción y los usos reales que la comunidad realiza del mismo, se relacionan con el sentido de pertenencia e identidad local que en el inconciente colectivo se le brinda. Es también indudable que amerita un debate, una consideración y tal vez reconsideración propia de la ciudadanía azuleña y sus correspondientes autoridades, a través de diversos canales de diálogo, hacia el sentir y accionar sobre este sitio, y de esa forma establecer pautas de manejo acordes a los diferentes objetivos así planteados. Deben encuadrarse en un plan de gestión ambiental tendiente, si así la comunidad lo decide, a la revalorización de este espacio público. Sólo el propio pueblo puede definir qué hacer o no con su medio…desarrollo con arroyo o desarrollo sin arroyo.

La mirada economicista de la producción agraria no contempla en profundidad el aspecto ambiental.

Ing. Agr. Graciela Bilello. Cátedra de Economía Agraria
Email: gbilello@faa.unicen.edu.ar

El mercado como asignador de recursos y orientador de producciones, ha demostrado ser bastante ineficiente en relación a los llamados “recursos naturales”. Frente a los postulados básicos de la economía, aparecen nuevos enfoques que proponen revisar los riesgos de la agricultura si no se plantea la sustentabilidad además, desde los aspectos sociales y ambientales. Con el paso de los planteos mixtos a una agricultura permanente y la adaptación de la ganadería a modelos intensivos, se han elevado las agresiones al medio ambiente, afectando al suelo y a los recursos hídricos, con pérdida de biodiversidad y procesos de contaminación. La sustentabilidad impone satisfacer las necesidades de la actual generación sin que se vean afectadas las capacidades de las generaciones futuras de cubrir las suyas. En Argentina y particularmente en la región pampeana, el “modelo soja” ha conducido al uso de la tecnología como “paquete”. Esto implica un conjunto de técnicas que deben ser usadas en conjunto para lograr su total efectividad. La adopción de la siembra directa, que conlleva el empleo de semillas mejoradas genéticamente y al uso intensivo de agroquímicos y capital, posee una característica fundamental: necesita escala. Su difusión masiva ha generado una serie de transformaciones que se pueden ubicar en el orden de “lo social”: concentración de la producción, es decir menos productores trabajan superficies mayores, así como mecanismos de tercerización del proceso productivo con menos demanda de mano de obra. Hay menos productores, menos trabajadores y por ende menos población rural.

La concepción agroecológica se presenta como una alternativa al modelo difundido. Contempla el desarrollo sustentable de las comunidades locales a partir del fomento de sus potencialidades sociales, culturales y económicas; en armonía con su entorno ambiental. En esto la agricultura familiar, la diversificación productiva y el rescate de tecnologías tradicionales tienen un rol fundamental.